jueves, 17 de septiembre de 2015

Aceptación

El instante. Un samurái arrodillado y sangrante sonríe hacia el cielo y cierra los ojos ante la flecha que vuela para atravesarle la vida. Un policía que observa el contador de la bomba a 1 segundo y cierra los ojos -quizá para pensar en los amores de su vida-.

La música siempre me ha ayudado a comprender qué me pasa por dentro. Hoy tenía como siempre una tracklist de varios temas clásicos, mientras hago y deshago nudos mentales como la abuela perfeccionista su cazadora de lana. En un momento dado, comienza un tema desconocido de piano de Anthony Greninger y por alguna razón todo lo que llevo en la cabeza se derrite como el vaho que desaparece en el cristal de la ventana y deja ver el exterior. 
Es ése tipo de temas que te sugieren aceptación pero, no como una derrota, sino como una esperanza de ver algo diferente en el camino. Supongo que por éso la aceptación ha sido parte integrante de muchas religiones. 
Hasta ahora nunca he encajado las derrotas: las manos siempre en alto, las armas apuntando al futuro, perseguir tu sueño y tu trabajo como sea, sorteando obstáculos, dinero, tiempo, sacrificios personales que ni sabes cuándo  se recompensarán...siempre sin dejar que esa frustración personal, tan inherente a este país históricamente te haga mella y tengas ganas de mandarlo todo al orto. Y así  tres años, peleando con mis ambiciones de conseguir ese tipo de trabajo que es vocacional, ése tipo de trabajo para el que te has esforzado y crees merecer. De forma infructuosa, después de haber peleado secundaria, conservatorio, universidad, cursos aquí y allá, un viaje por tu cuenta y riesgo para aprender el idioma, tu interés en crear tu mente crítica, vivir allá donde puedas y trabajar de lo que sea, sin dejar de apuntar a la diana...Aceptación. 
Pero no puedo más que preguntarme "para qué" desde un punto de vista tracendente. Al fin y al cabo, es el tiempo de tu vida. Y lo has dirigido a unos objetivos lejanos, mientras se me escapa la vida. No se trata del trabajo, es que la vida es mucho más, "lo que pasa entre plan y plan" parafraseando a Lennon. Y tampoco puedo evitar recordar lo que me leyeron mis padres "¿De qué sirve al hombre tanto afán?" preguntaba un evangelista.
Las veces que flaqueé tuve amigos a mi lado, desde luego. Pero llega un momento en que sabes que algo no funciona y, por desgracia, cuando tienes ya una edad te das cuenta de que quizá sabes más del mundo de lo que te convendría. Ya no te engañan fácilmente, tu mente está ordenada y siempre en guardia para descifrar la realidad. Con la humildad de un ser que es consciente de sí mismo y de que, todo es posible. Sí, todo es posible. Los pueblos de la tierra podrían vivir de otra forma, de mil formas distintias. Que no hay leyes escritas sobre nada, y las verdades importantes son las que nadie escribió sino las que sedimentan en nuestros corazones sin nosotros saberlo, de forma natural.

Llegados a ése estado, haces sin importarte las consecuencias, lo que siempre tuviste miedo de hacer y mucho menos sin pensarlo: bajar los brazos. Se acabó. No peleo más.This is it. Esto es lo que hay.
Ahora mi paz vale más que todo el dinero del mundo. Aunque no sea racional, honorable ni valiente.

Hoy es una de esas tardes en que sólo quieres un piano de interlocutor. Porque resulta que él te entiende mejor que nadie. Porque sus notas quizá sean la materia vital del universo y el misterio cuántico del ser humano. 
Siempre he sido ese arquero que cuenta las flechas antes de hablar. Ahora sólo me queda una y, lejos de tener miedo, soy ese guardia apostado en la muralla que mira sin miedo cómo el enemigo viene a matarle y saquear su ciudad. No sé qué pasará. Quiero descansar, quizá nunca estuve hecho para este mundo: aquellos que como yo visitamos tantos países y pueblos y culturas, acabamos siendo apátridas. Pero sí sé que he luchado a tope, me he esforzado y mi tiempo con una decente vida exterior y una enorme vida interior.  Aceptación personal, soy lo que soy. Ya no me da miedo la derrota, y no temo por la victoria, pues lo que se nos ordenó lo he cumplido: "Luchad". 

Soy ese instante en el que samurái cierra los ojos ante la flecha que le atravesará, el violinista que siguió tocando en el titán ahogado, y esa frase en el aire"...perdónalos, porque no saben lo que hacen". 

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